El Nuevo Testamento comprende veintisiete escritos redactados durante los años posteriores a la Resurrección de Cristo; debemos estos escritos a los apóstoles y a los evangelistas de la iglesia primitiva. La iglesia los reconoció como libros inspirados por Dios, los unió a los libros sagrados que recibió de la tradición judía, y a partir de esos nuevos libros innovó su propia interpretación de los antiguos.
Todo el mundo comprende que si la Biblia consta de dos colecciones de libros, de los cuales una es más antigua que la otra , haya en las escrituras lo antiguo y lo nuevo.
La palabra testamento es de origen griego, y significa a la vez “alianza” y “testamento”. El Antiguo Testamento, pues, recoge la historia que procede de la alianza más antigua del Sinaí, dónde Dios hizo un pacto con Israel. Los libros del nuevo Testamento, por otra parte, se refieren a una experiencia más reciente, la alianza entre Dios y su pueblo renovado por el sacrificio de Jesús.
Este Testamento es Nuevo, no porque sea más reciente, sino porque nos conecta con el mundo de la Eternidad. La Eternidad no es una duración que se prolonga en forma indefinida –esto sería muy aburrido- sino lo que no tiene que ver con el tiempo. Lo eterno es nuevo y no se desgasta; tampoco hay lugar en él para el aburrimiento: era y es y nos llegará siempre nuevo.

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Introducción al Nuevo Testamento. Biblia Latinoamericana. Edición Revisada 2005.