«Todo me está permitido», pero no todo es conveniente. Todo me está permitido», pero no me dejaré dominar por nada.
Primera Carta a los Corintios 6,12
Acerca del Sexo
¿Qué es bueno de la sexualidad? ¿qué es malo de la sexualidad? muchos nos hemos preguntado acerca de esto, otros simplemente no se preguntan y piensan qué todo acerca de la sexualidad es libre, siempre y cuando no se hagan daño las personas, lo cierto es, que, si no tenemos un orden y por más que se haya consensuado el asunto, si las relaciones son desordenadas (fuera del matrimonio, encuentros casuales, o con personas del mismo sexo) el daño será inevitable. Es necesario que nuestras decisiones, se encuentren basadas en la fe en Cristo, en el conocimiento de su Palabra y en el cumplimiento de la misma. El sexo, debe ser solo una consecuencia del Amor.
Todo me está permitido, pero no todo me conviene. Todo me está permitido, pero no me haré esclavo de nada. La comida es para el estómago y el estómago para la comida; tanto el uno como la otra son cosas que Dios destruirá. En cambio el cuerpo no es para el sexo, sino para el Señor, y el Señor es para el cuerpo.
Primera Carta a los Corintios, 6:12-13
Huyan de las relaciones sexuales prohibidas. Cualquier otro pecado que alguien cometa queda fuera de su cuerpo, pero el que tiene esas relaciones sexuales peca contra su propio cuerpo.
Primera Carta a los Corintios, 6, 18
Todo me está permitido. Estas palabras seguramente Pablo las había dicho, pero algunos las repetían para justificar su mala conducta. Por eso Pablo completa y precisa lo que había dicho: pero no todo me conviene.
La comida es para el estómago. Sin duda también se repetían estas palabras para decir que el libre uso del sexo era algo muy natural. Pero Pablo inmediatamente agrega: El cuerpo es para El Señor.
Pablo, pues, distingue entre lo que es puramente biológico en el cuerpo y lo que pone en juego a toda la persona humana. Beber y comer son necesidades del “estómago” (ahora se diría: de “cuerpo”). Pero en la unión sexual, dice Pablo, uno entrega su “cuerpo” en el sentido hebraico de la palabra, es decir, su misma persona. Por esta razón, los que pertenecen a Cristo no pueden darse a una prostituta.
Pablo se topa aquí con el mismo problema que lo había llevado a intervenir en 1ª Carta a los Tesalonicenses 4. Para los judíos, el criterio de toda moralidad se hallaba en los mandamientos de la ley; pero nadie se preguntaba hasta qué punto esos mandamientos reflejaban un orden eterno o si más bien era la manera de pensar de un tiempo o de una cultura.
Era pecado todo lo que la ley, interpretada por la comunidad religiosa, condenaba. Pero los griegos, los paganos, no reconocían esa ley. Pablo recuerda los mandamientos en materia sexual (1ª Carta a los Corintios 5:11 y 6:10; Carta a los Efesios 5:3) como lo había hecho Jesús (Evangelio según San Marcos 7:21), pero se cuida muy bien de constituirlos en el único criterio de lo que es bueno y malo. Para él, lo que obliga al cristiano a controlar e incluso a frenar muy fuertemente el ejercicio de la sexualidad, es su vida <<en Cristo>>, una vida que responde a un llamado de Dios, más que obedecer a las solicitaciones de la naturaleza.
Comentario Biblia Latinoamericana Edición 2005.
Primera Carta a los Tesalonicenses, 4:2-3
Conocen las tradiciones que les entregamos con la autoridad del Señor Jesús: la voluntad de Dios es que se hagan santos y que rehúyan la libertad sexual.
Primera Carta a los Corintios, 5:11
Yo les decía que no tuvieran trato con quienes, llamándose hermanos, se convierten en inmorales, explotadores, adoradores de ídolos, chismosos, borrachos o estafadores. Ni siquiera deben comer con ellos.
Primera Carta a los Corintios, 6:9-10
¿No saben acaso que los injustos no heredarán el Reino de Dios? No se engañen: ni los que tienen relaciones sexuales prohibidas, ni los que adoran a los ídolos, ni los adúlteros, ni los homosexuales y los que sólo buscan el placer, ni los ladrones, ni los que no tienen nunca bastante, ni los borrachos, ni los chismosos, ni los que se aprovechan de los demás heredarán el Reino de Dios.
La manera de responder de Pablo nos interesa particularmente hoy, en que la moral está en crisis. Desde hace siglos, por necesidad, la sexualidad fue vista en primer lugar como el medio para procrear; a partir de ahí se buscó cual era la ley natural que ordenara al sexo, el placer y la procreación. Pero en la actualidad la unión no es en primer lugar para procrear, incluso cuando la procreación es deseada. La evolución cultural y la promoción de la mujer han hecho que la unión sexual, para un número cada vez más grande de matrimonios, el lugar de una relación humana excepcionalmente profunda.
Al mismo tiempo, la liberación de las personas y la de las mujeres, que son las que llevan todo el peso de la maternidad, han puesto en duda las normas morales anteriores, que ahora nos aparecen muy ligadas a un tiempo y a una cultura. Los diversos países se han visto obligados, quiéranlo o no, aceptar el sexo prematrimonial, incluido el de los adolescentes, la homosexualidad, el aborto decidido por la madre, la elección de la maternidad sin matrimonio.
Frente a esta crisis de moralidad, los cristianos disponen de referencias religiosas que los otros no tienen. Pero si no tienen más motivación que la obediencia a la ley natural válida para todos, caerán en discusiones sin fin y muy pocos convincentes cuando hablen de una sexualidad que se limita a la procreación. Habrá, pues, que hacer lo que hizo Pablo: sin olvidar las leyes escritas ya en el Antiguo Testamento reconocidas por los apóstoles y la tradición de la iglesia hasta nuestros días, habrá que decir que la conducta sexual del cristiano obedece, en primer lugar, a una lógica de la fe en Jesucristo. Ya no se trata tanto de definir lo que es <<bueno>> o <<malo>>, sino de mostrar a dónde debe de llevarnos el ejercicio y la experiencia del Amor y la Sexualidad. Proclamar principios morales sin poner de relieve, en primer lugar, la dignidad eminente de nuestra humanidad creada a semejanza de Dios y luego consagrada a Cristo por el bautismo y la conversión, es querer recoger frutos sin antes haber plantado el árbol.
Comentario Biblia Latinoamericana Edición 2005.